
Un viaje con sabor hasta la ‘montaña sagrada’
Un pantano fantasma, una altiplanicie de gran valor medioambiental y productos ecológicos artesanales son algunos de los atractivos que aguardan en Montejaque, un tranquilo pueblo situado entre la Serranía de Ronda y la Sierra de Grazalema.
Su actual denominación procede del vocablo Monte-Xaquez, que traducido al castellano actual podría significar algo así como ‘montaña sagrada’ (antes se traducía como ‘monte perdido’). Y ese apelativo se entiende una vez que se llega al pueblo, que está situado en las laderas de la Sierra de Líbar de tal forma que las moles pétreas que lo rodean parecen querer abrazarlo.
Su riqueza paisajística y ecológica es impresionante, ya que todo el término municipal está incluido dentro del Parque Natural de Sierra de Grazalema. Especialmente interesante es el camino que une al pueblo con la presa situada a unos cinco kilómetros. En toda esta zona, se van alternando los macizos rocosos con la verde meseta de los Llanos de Líbar. Esta inmensa llanura se llama así por el Cortijo de Líbar, situado prácticamente a mitad de camino entre las localidades de Montejaque y Cortes de la Frontera. Es precisamente en este lugar donde los visitantes se suelen sentir más reconfortados por lo inesperado del paisaje. Una pradera verde se extiende hasta lo que le permiten las montañas rocosas, que la rodean y, al mismo tiempo, la protegen. Quizás, por esa razón, los Llanos de Líbar no sea un lugar tan conocido como otros enclaves del parque natural.
Pero motivos no le faltan para ser considerado como uno de los mejores parajes andaluces para disfrutar de la naturaleza. De hecho, en el camino que lleva desde Montejaque al Cortijo de Líbar se pueden ver decenas de robustos y esbeltos ejemplares de quejigo. Este árbol, que pertenece a la familia de las encinas y de los alcornoques, suele impresionar hasta a los más habituados a recorrer enclaves montañosos. En algunos casos, los quejigos ofrecen formas tan originales que suelen ser objeto de sorprendentes fotografías. Su importancia botánica ha propiciado que su conjunto haya sido incluido en un catálogo de arboledas singulares de Andalucía.
En lo que se refiere a vegetación, también destacan por su abundancia y tamaño las encinas, aunque no son las únicas especies a reseñar en esta zona, ya que se pueden ver junto al camino ejemplares de enebros, acebuches o palmitos. A esa flora tan diversa hay que añadir el atractivo geológico de la zona, con omnipresentes formaciones calizas, entre las que destacan el pico Martín Gil, el peñón de Líbar o los abruptos tajos que se recorren en el tramo existente entre Montejaque y el propio enclave de los Llanos de Líbar. Sin embargo, desde un punto de vista geológico, llama más la atención el ‘polje’ que se ha formado en lo que se reconoce propiamente como Llanos de Líbar.
En un paraje tan insólito y con tan elevados valores ecológicos no faltan especies animales de interés, como el antes mencionado buitre leonado o el cada vez más escaso alimoche. Entre los mamíferos, se pueden avistar en las zonas más elevadas algunos ejemplares de cabra montés, aunque muchos de los caminantes que se adentran en este paraje desean avistar algunos de los ciervos que se han reintroducido allí hace ya algunos años. Más fácil de ver es el ganado que deambula por estos lares, especialmente vacas y cerdos ibéricos.
Para conocer en profundidad y con tiempo suficiente los Llanos de Líbar es recomendable acceder desde algunos de los pueblos más cercanos, es decir, Cortes de la Frontera, Benaoján o Montejaque. También existe la opción de realizar una ruta de senderismo que podría partir o bien de Montejaque o bien de Benaoján y terminar en Cortes de la Frontera. En este caso, el recorrido total sería aproximadamente de 25 kilómetros, lo que conllevaría un esfuerzo físico apto sólo para caminantes experimentados. Sin embargo, existe la posibilidad de realizar el acceso a los Llanos de Líbar en bicicleta o incluso en vehículo privado, ya que el sendero marcado desde Montejaque hasta el propio Cortijo de Líbar es ancho y tiene un buen firme.

Mermelada ecológica de Montejaque.
En ese entorno ecológico, en los últimos años se han puesto en marcha pequeñas empresas que han apostado por los productos alimenticios y de calidad. Así, hace 15 años se creó la cooperativa de mujeres Al-Jaque, que elabora desde entonces exquisitas mermeladas, distintas conservas y licores. Todo ello bajo la premisa de lo artesanal. Para ello cuentan con dos líneas de productos Elmelar y Ecomelar (ecológicos). Dentro de esa filosofía por lo casero, producen desde hace casi dos décadas confituras ecológicas como las de mandarina, tomate o fresa; pisto, salsa de tomate, pimientos asados o incluso mojo picón. Con el ánimo de apostar por los productos saludables, han llegado incluso a crear las primeras mermeladas con stevia como edulcorante, las ‘steviladas‘, muy recomendables para los que siguen sin azúcar.
Con la bandera de lo artesanal y el respeto al medio ambiente, hace años se fundó también una empresa familiar dedicada a la elaboración de aceite de oliva virgen extra: Montexaquez Oliva. Con las variedades hojiblanca y lechín de Sevilla, han conseguido crear un AOVE de excelente calidad, ya sea con su Viñas Viejas o con su Montexaquez Hoijblanca. Esto ha sido posible gracias al mimo que ponen en todo el proceso de elaboración (desde la recolección de la aceituna en el momento más idóneo) y al entorno natural que rodea a su olivar, el Parque Natural de Sierra de Grazalema.
Pero no sólo naturaleza y gastronomía de calidad aguardan en Montejaque. Su casco urbano huele a historia y tradición. De hecho, el pueblo cuenta con un antiguo barrio de origen andalusí, de calles estrechas y empinadas. Este conjunto de casas perfectamente encaladas parte de la plaza principal del pueblo, sede de una señorial casa consistorial y de la iglesia de Santiago El Mayor. Otro de los edificios emblemáticos es el Palacete de los Marqueses de Mañara, también situado en la misma plaza. El inmueble data del siglo XVII, cuando la ocupó Miguel de Mañara, caballero de la Orden de Calatrava. Posteriormente, el palacio se utilizó como fábrica de embutidos hasta que en los noventa comenzó a funcionar como establecimiento hotelero. También se pueden visitar la ermita de la Virgen de la Concepción o el antiguo lavadero, recientemente restaurado.
En el entorno además de los Llanos de Líbar, destaca el entorno del pantano, conocido como el Hundidero. Allí se descubre el embalse que se construyó hace algo más de tres cuartos de siglo para intentar almacenar las aguas del río Gaduares. Sin embargo, esta presa nunca llegó a ser utilizada, ya que se encuentra sobre terrenos arcillosos, lo que impide que el agua sea embalsada y propicia que se filtre formando el complejo hidrológico subterráneo más interesante de la provincia, el Hundidero-Cueva del Gato. Se trata de un verdadero río, que toma las aguas del Gaduares para atravesar durante unos cinco kilómetros el interior de la sierra de Juan Diego hasta la Cueva del Gato, en el término municipal de Benaoján.